Desafíos diferentes, iguales gratificaciones.
Uno de los ideales más nobles que se puede tener en la vida es hacer que cada día valga la pena dándole una mano al otro. Mucha gente trabaja a diario por el prójimo, cada uno desde su lugar en el mundo, y es con la suma de esas voluntades y su puesta en práctica, como se logra la integración.
Selene Malgor López es una de esas personas que cree que “todos en cierto momento necesitamos que alguien nos de una mano, el hombre es un ser social y en forma solitaria poco puede desarrollarse integralmente.” Es por ello que esta joven uruguaya, argentina por elección, estudió para ser profesora de Educación Especial con Orientación en Sordos e Hipoacúsicos y en Discapacitados Intelectuales, y concretó otro profesorado Especializado en Estimulación Temprana.
Recientemente Selene se acercó como voluntaria a la Fundación Escuela Goleta del Bicentenario porque, según cuenta con entusiasmo, “lo más importante es la posibilidad de dar un gran paso en la historia de la discapacidad. Que los chicos no estén encerrados en una escuela o un centro asistencial, sino que la Escuela Goleta ‘Santa María de los Buenos Ayres’ –una escuela de vida en un velero-- implica un cambio de paradigma, en el que ahora puedan participar a bordo de un barco con personas que no tienen discapacidades.” Un proyecto puesto en marcha por una ONG civil y argentina que estudió ejemplos análogos en los 72 barcos similares que hoy navegan en el mundo.
En estos años ejerciendo la profesión --que se nota lleva en el alma cuando habla de su trabajo--, Selene cuenta que tuvo la posibilidad de conocer personas con necesidades especiales de distintas edades, condiciones sociales y entornos diversos. “En el caso de los niños, cada uno y su familia es un mundo. Hay que considerar que la persona con necesidades especiales tiene esa condición particular que, en cierta forma, le impide acceder a todas las posibilidades sociales, educativas, deportivas, culturales y laborales que, por lo general, son creadas para quien no tiene un impedimento físico, sensorial o mental”.
¿Qué requiere un niño o un joven con necesidades especiales para integrarse plenamente a un grupo?
--Para que pueda hacerlo es fundamental que cuente con el apoyo familiar y el asesoramiento de profesionales que conozcan sus posibilidades y potencialidades reales. Esto es lo óptimo para que la persona desarrolle una vida lo más normalizada, menos restringida e igualitaria posible, sin exponerlo a frustraciones o falsas realidades.
Desde tu experiencia como navegante a vela, ¿cómo enriquece esta actividad a los tripulantes?
--En lo personal, me ha dado momentos muy ricos con otras personas. A bordo se destaca la necesidad del diálogo, se recoge la riqueza del bagaje cultural de cada pasajero, uno aprende a escuchar y a escucharse a sí mismo. Es fundamental la colaboración en las tareas, dejás de ser egoísta y aprendés a convivir.
Y las personas con necesidades especiales, ¿cómo se desempeñan navegando un velero?
--Por ser profesora de educación especial, el trabajo con mis alumnos es un ida y vuelta transgeneracional. Me enseñan mucho y trato de ser una especie de proyector de enseñanzas hacia el resto de la comunidad. En un barco, lo que a uno le falta el otro lo tiene, y todos son valiosos complementariamente entre sí. Los barcos adaptados como hay en otras partes del mundo, y como lo será la Escuela Goleta “Santa María de los Buenos Ayres”, son el claro modelo de cómo debería ser pensada toda construcción de uso social. Los medios de transporte, viviendas, instituciones, espacios recreativos, indumentaria, en definitiva, cada creación debería ser en pos del beneficio y disfrute de todos y no de algunos.
En nuestro país, gracias a Matías Paillot –miembro de la Fundación, propulsor y primer profesor de Vela Adaptada--, ya se ha dado un gran paso en torno a la historia de la navegación para personas con necesidades especiales. El programa Naveguemos Juntos que lleva a cabo la Armada Argentina, con Matías a la cabeza, va ya por su 4a edición. “Toda actividad en contacto con la naturaleza es educativa, recreativa y terapéutica para todos, pues la actividad por si misma no hace la distinción de quien la practica.”
Una frase de Selene queda flotando en el aire e insta a que cada uno realice una mirada introspectiva: “desde la diversidad se hace posible la unidad, se puede ir de las partes al todo, porque en la interacción es donde aprendemos y nos enseñamos los unos a los otros.”